domingo, 26 de julio de 2020

Silvia Yáñez Cerpa, poemas.





Silvia Yáñez Cerpa, poeta talquina. Su inquietud por la literatura la ha llevado a ser parte de eventos culturales a nivel local y regional. Colaboró en medios regionales como Diario el Centro --en la sección Algunas Plumas Maulinas-- y en el Diario La Mañana --en la sección Ecos de la Región--, en ambos reseñando a escritores regionales. Ha publicado: "Entre sueños" (1997), "Para la razón de mi vida" (1999), "El día siguiente" (2005). Ha participado en antologías: "Transparencia" (1993), "Poetas del Maule" (1998), "Entre penumbras y estrellas" (2000) y "Letras del Maule" (2020).

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EL SUEÑO

Se triza el olor en las manos
y se hace súplica el verbo
inconsciente absoluto del ser.
Duele el enigma de la vida
duele el llanto entrecortado del vientre
duele la soledad de estar
mientras
parcho de sonrisas
la mirada perdida en la fe.


AMIGO

Pienso
mientras evito
tus preguntas.


 CAPULLO

Mis entrañas
han
bordado tu nombre
a la luz del silencio.


STRASS

Te he encontrado
sumido
en mis pensamientos.


DESPERTAR

Amo el silencio de tus ojos
una espuma de sueños
evapora el botón del día,
una mirada se escapa
tras el misterio de la vida.
La brisa huele húmeda
en el rocío de tu espalda.
La mañana descansa
en el velo de la noche
y un ¡te amo!
acaricia las entrañas.
¡Como trepar el tiempo!
paraíso
de bolsillos mágicos.
Un espacio
canta madrugada
y un tornasol
va camino al horizonte
y el horizonte
se vuelve puerto.


MÁS ALLÁ

Déjame
cortar las hebras perdidas
de un hombre sin huellas.
Cambiar piedras por estrellas
y no montar
la cometa del olvido.
Caminar desnuda de pendientes
y un morral de sueños
poder dormir.
Tocar tu rostro
y no correr tras el viento
que se pierde
en entrañas lábiles.
Caer entre niños
y ver multiplicar palomas
que habiten en mi palomar.
Llevarte
entre cristales mi vida
entre espinas mi cuerpo.
Déjame
ir más allá del infinito .





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Emily Daniela Olguín Orellana, poemas.




Emily Daniela Olguín Orellana (Talca, 1995). Estudiante de Pedagogía en Inglés en la Universidad Católica del Maule, en Talca. Desde niña desarrolló una profunda atracción por la lectura y la escritura, pero no fue hasta cuando entró a la universidad que decidió dedicarse a ésta, participando en cursos y talleres. Hoy se encuentra escribiendo una novela, cuya publicación se proyecta para el próximo año.

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Tinta

Me desgarra el alma y el cuerpo saber que has pasado desde mi pensamiento hacia la tinta
Me avergüenzo al agachar la mirada y ver cómo te dedico estos versos y pretendo no ser realista
Y ni el canto de las aves ni el sol de verano pueden desenfocarme
Si cuando siento ardor y fuego no puedo controlarme.

Miro tu rostro con la esperanza de que tus ojos encuentren los míos
Pero cada vez que lo hago siento miedo y me desvío
Las nubes y las estrellas fueron testigos del temblor de mis manos
Y al verme se burlan por no ser capaz de dejarte al ver que todo es en vano.

Mi corazón grita cuando mi mente pide calma
Pero, aunque se odien, ambos reconocen querer tu alma
Me miro al espejo llorando negro, y mis gritos asomándose por mi garganta
¿Cómo pretendes que le diga a mi cerebro que este corazón ya no aguanta?

Sin objetos punzantes eres capaz de perforar mis deseos
Y cuando me necesitas me utilizas, ya lo entendí, no soy más que un reo
¿Y dónde quedó mi vergüenza si hasta eso me has quitado?
Pero como te lo explico, que cuando quieras venir a mí puedes hacerlo, después de todo, yo jamás te he fallado.


Vagabundo en este mundo

Me paso los días escuchando canciones para darle sentido a mi vida
Y estas dicen que me ame, que aunque lo desee, no debo practicar una huida
Pero no solo es mi alma, mis brazos y piernas también están envueltas en cicatrices
Y aunque suene irónico, éstas me colorean, y le dan a mi vida variados matices.

¿Y a quién quiero engañar cuando grito que me quiero?
Si me obligan a vivir y con tu compasión solo me altero
Te miro y sé que sientes lástima de mi dependencia
Y a todos engañas diciendo que poseo resiliencia.

No me digas que me quieres porque sé que de mí te avergüenzas
Y aunque no quieras admitirlo sabes que esto recién comienza
Miro hacia adentro y solo veo defectos
No intentes detenerme que yo soy el único que sigue este trayecto.

Porque ya no aguanto más esta demencia
Y cada día tengo menos paciencia
No frenes mi alma cuando ésta decida irse a un lugar más tranquilo
No me mires con pena mientras cierro los ojos y me adormilo.

Al fin y al cabo, éste tampoco era mi mundo
Y donde iré al fin estaré sereno, después de todo, aquí solo era un vagabundo.


Ojos brillantes

Lo suficientemente oscuros como para encender en llamas mi cuerpo
Lo suficientemente claros como para hacer sentir puros mis sentimientos
Tus ojos de un tono tan brillante, no podía creer que esto era cierto
Cuando decidí entregarme a ti, y desde entonces no sales de mis pensamientos.

No bastaron más que un par de días para darme cuenta que eras el indicado
O al menos así lo dijo mi corazón, un poco cegado por la falta de amor
Me dijiste que en ti confiara, que después de todo tu corazón también había sido maltratado
Y al pasar el tiempo mi mente también se convenció, y decidí lanzar los dados.

No bastó para ti que solo te regalara mi alma
Y a la vez también quisiste llevarme hasta tu almohada
Y fue cuando la ingenuidad se apoderó de mí, y pensé que esta era la mejor decisión que había tomado
Pero me ubiqué frente al espejo y me dije: "Esto no es lo que había imaginado".

El tiempo cambia las cosas y tu supiste como minimizarme
Que mis lágrimas y mis demonios no eran suficientes para atormentarme
Defectos e imperfecciones solo supiste recalcarme
Y fue cuando me di cuenta, quizá falle al de ti enamorarme.

Quisiste abandonarme luego de que decidieras que con este juguete ya habías mucho jugado
Y no sé si fue la insistencia o la resiliencia lo que te hizo no dejar esto en el pasado
Pensando que algo iba a cambiar me seguiste ofreciendo rosas, pero olvidaste quitarle las espinas
Aun así, las recibí, confiando, jamás pensé que terminaría en ruinas.

Pero hay algo en ti que hace que me desborde de locura cada vez que tus labios pronuncian mi nombre
Y a sabiendas de que me haces pedazos, siempre encuentras la forma en la cual me asombre
Ahora ya no hay venda en mis ojos, y asumo que eres el tipo de persona de la cual jamás me hubiese enamorado
Pero ya lo dije anteriormente, quizá sean tus ojos brillantes los que hayan hecho que contigo me haya obsesionado.

Y sigo aquí atada, como si el decir adiós no contara como opción
Cuando tú y yo sabemos bien que esa es la mejor decisión
En vez de eso, prefiero seguir firme y mantener la convicción
De que al despertar cada día, todo estará mejor.




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Rosa Amelia González Baeza, poemas.





Rosa Amelia González Baeza (Talca, 1964). Desde pequeña manifiesta un gran interés por la lectura, pero es durante la enseñanza media, precisamente en 1979, que comienza a crear sus primeros y tímidos versos, gran parte de los cuales terminan asesinados por ella misma, hechos trizas en el fondo del basurero o extraviados en alguna noche de juerga ilimitada. En un loco afán por descubrir su propia voz poética, decide participar en talleres literarios dirigidos por destacados escritores como Enrique Villablanca, Gabriel Rodríguez y Matías Rafide, siendo este último quien, sin saberlo y tal vez sin quererlo, gatilla en ella el despertar del oficio entregándole algunas claves para purificar de vicios sus textos. Desde ese momento asume un compromiso real y serio que se traduce en una constante búsqueda y elaboración de su estilo. Comienza a tener más participación en la actividad literaria de su ciudad, interviniendo en varios recitales poéticos en la Región del Maule. Realiza la publicación de algunos de sus trabajos en libros de carácter colectivo. Entre los años 1991 y 1996 se convierte en columnista del Diario El Centro, de Talca. Actualmente la autora se prepara para iniciar una nueva etapa creativa: aproximándose lentamente a la narrativa, pero sin abandonar el instinto cazador de imágenes que ella acumula a la hora en que la mayoría duerme.



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AUTORRETRATO

No soy un ángel alado
ni un demonio conocido
Soy “voluntad celeste”
incandescente fantasma
 que va y viene.


ALUMBRAMIENTO

La última vez que me vi
caminaba extraña
Irresoluta en líquido amniótico
Embarazada de madrugada
colgaba de un cordón infinito
Era sueño en catacumbas
Pedazo de carne amorfa
apenas un ombligo por crearse
La última vez que me vi
faltaban dos minutos...
para el parto.


MALA ESTRELLA

Nací como nace cualquiera
del vientre a la calle.
Con la diferencia entreabierta
y una herida sangrante de preguntas
sobre la mirada.
Vine por inercia
sin cobija
ni abrazo.
El destino me hizo poeta
la vida...
paréntesis al margen.


VIDA

Casino para apostar contra la muerte
Ruleta rusa de números tramposos
Juegos de naipes a cartas marcadas
Truco barato
Minuto de suerte anclado al margen
Batalla de emociones perdidas
Pecado original de Dios.



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Diario El Centro, Talca, 8 de Julio de 2020: artículo de prensa sobre VERSO ITINERANTE y otras plataformas en la región.




Daniela Bueno, "Artistas de la región crean plataformas para difundir su trabajo y el de otros", en Diario El Centro, Talca, 8 de Julio de 2020. Aquí está el enlace al sitio electrónico del medio:

https://diarioelcentro.cl/artistas-de-la-region-crean-plataformas-para-difundir-su-trabajo-y-el-de-otros/



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Julio Marín, poema-performance "La soledad y la ruina" (Plaza Italia de Talca, noviembre de 2019).


domingo, 12 de julio de 2020




Claudio Andrés Maldonado (1977) es un narrador que vive en Talca desde el año 2013. Dentro de sus publicaciones se destaca: La caída del silencio (Ediciones Aguafuerte, 2001), el libro de cuentos Santo Sudaca (Editorial Fuga, 2008), selección de cuentos carcelarios Clínica de la libertad (Ediciones Del Aire, 2010) y la novela Piel de gallina (Editorial Inubicalistas, 2013). Sus artículos y ficciones se encuentran en la web y en medios de prensa escrita nacional. Se desempeña como académico en la Universidad Católica del Maule y en la Universidad de Talca.

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SULTÁN

    De malas ganas su tía Zoila le pasó cuarenta lucas. Y llegó a Santiago. A las tres de la mañana toca mi puerta y yo lo miro por el ojo mágico. Venga para acá, mi niño loco -le digo- ¿Vienes de Curicó y quieres alojamiento? No hay problema -le susurro-  esta es como tu casa. Y sus manos, con olor a viajero de campo, se pegaron firme en la tela desgastada de mi bata roja.  

    Lo conocí en mis tiempos de instituto. El último año tuvimos que ir a cortar el pelo a los pueblos chicos. Me tocó en las escuelas rurales de Lontué. El Sultán estaba de auxiliar de aseo en la de Choroy. El Sultán a pesar de ser bien huaso bruto nunca se  avergonzó de mi gordura. Me decía que la vida no estaba hecha para andar  de fijado, que al final todos éramos hermanos y que te invito a mi pieza a probar una cosita buena. Durante un mes y medio fumamos marihuana y tomamos chicha dulce. No recuerdo haber sentido otra compañía en el lugar. Prometimos escribirnos, pero como buen chileno sabíamos que sólo eran mentiras de buena crianza. El Sultán había llegado a la capital para ser famoso. Había salido sorteado en La Gran Gracia del Milenio. En la tele.

    ¿Y cuál era su gracia? ¿El número de la escoba floja?, ¿el acto de los pulmones vírgenes? Nos reímos, nos reíamos mucho. El Sultán se había arreglado los dientes, lo noté porque sus palabras perfumaban de menta mi cara pegada en la luz de luna, que esa noche, a pesar de no estar llena, iluminaba como nunca mi portal. Sentado en el sillón de mimbre le pregunté: ¿Y cuántos cupones mandaste? Nunca me lo había dicho, ¿Cantaba como la Sarita Montiel?, ¿Bailaba como el Michael Jackson? Ese negro la embarra. Pensé que era una broma. Es que Sultán -le dije- si tú me dices que con eso  participas  en la Gran Gracia del Milenio yo me muero.

    Según el Sultán yo fui el primero en ver la exclusiva. Se sacó los zapatos, luego los pantalones y al final la camisa. Por un momento me asusté y me puse como tomate, pero era imposible, el Sultán me respetaba más de lo que yo creía. Cuando terminó el numerito le dije: por siempre te voy a recordar. Como están las cabezas de la gente. Seguro que ganas -le volví a susurrar- cuando preguntó si tenía alguna opción. Esa noche me dormí en el sillón. Le dejé mi cama para que estuviera más tranquilo. Debía estar en el canal antes de las nueve, para la prueba de selección final. En el refrigerador había queso y leche. Encima de la estufa le dejé plata para locomoción. Chao. El Sultán quería ser famoso, si caía en gracia lo vería en los diarios y en internet. Tomó el colectivo equivocado, pero no importó, lo dejó como a tres cuadras de la cumbre.

    Y ahora que todos los viernes lo veo en un programa de trasnoche, dando entrevistas en la radio, haciendo comerciales, me pregunto cuándo será su caída. Porque es duro, y ha sido fácil, porque el Sultán se ha transformado en una moda de exportación. Todos quieren imitarlo. Aquí tengo el video de su número. Lo veo y ya lo creo. El Sultán se desnuda (ahora tiene un traje color piel) abre sus piernas y construye en el vacío un triángulo perfecto, poco a poco dobla el tronco hacia el espacio trasero de la pirámide de aire, el cuello es una culebra que seduce a los hombros y a la pelvis que se confunde con los huesos de su espalda  torcida hacia un público que congela su aplauso cuando Sultán  encaja con maestría la mandíbula en sus nalgas,  saca su lengua y  la ensarta por diez minutos  en el centro del ojete de su culo. No faltan los que dicen que puede llegar a superar el record de 15 minutos del eslovaco Rudonja. Tan lejos, tan cerca.

    Ponle un nombre al número -le dije esa noche al Sultán-. Ahora lo conocen como el “Huaso Lengua de Oro”. He tratado de hablar con él,  para que los managers no lo jodan con la plata, pero siempre está presente el maldito buzón de su voz. Seguro estará ensayando arriba de un monociclo o con antorchas en las manos. Yo lo espero. A la hora que se asome le diré que lo quiero de verdad. Nunca se burló de mi gordura. Yo nunca me reiré cuando se quede sin pantalla y sin monedas, cuando aterrado por volver a Lontué vuelva a golpear la puerta y me pida ayuda para instalarse con un kiosko o un carrito tapizado de dulces y  recuerdos viejos. 







POESÍA


I

Tras la firma del contrato, bajo el cargo de bestia útil, sobre el miedo de un barranco que aprendió a saltar en sueños, descansa el gesto de mi madre grabando un tiempo de humo.

Me toca una pastilla suave, meter con gracia la cabeza entre las muelas del producto, cancelar la transfusión con la tarjeta sin saldo, escuchar la oratoria clonada del ministro de plagas.

Estirar el dedo del miembro y agitar la vía láctea del catálogo de tetas, hacer que mi lengua sea un chasqui y mecerme como larva en el jolgorio de mi corazón borracho de mentiras.


HIJO



La única diferencia entre nosotros es que tú siempre jugaste con la posibilidad de volver a reiniciar. Estabas noches enteras guardando los aciertos y avanzando sin la medida del tiempo, siempre más pequeño que tu destreza. Yo en cambio sólo tenía un puñado de fichas y un montón de simios en la espalda esperando mi caída. Esa fue nuestra única diferencia. En todo lo demás perdimos en la misma etapa, esa de un presente que jurábamos que existía y era nuestro.